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viernes, 26 de febrero de 2010

Edición No.20 del día 28 de febrero de 2010

“Todo lo que Jehová quiere, lo hace, En los cielos y en la tierra, en los mares
y en todos los abismos”
Salmos 135:6

1. EDITORIAL. DIOS AÚN ES SOBERANO. Por el pastor de la PIER, Ohat Arias Torres.

El ser humano vive con una inseguridad básica que lo lleva a buscar algo estable a lo cual aferrarse. Así que se adhiere a algo que lo ayude a atravesar los problemas que podrían cruzarse en su camino. ¿En quién o en qué ponen su confianza las personas en estos días? ¿En el dinero? ¿En su grupo social? ¿En ellas mismas? Algunos buscan prácticas espirituales, o trabajo, o un entorno más seguro. Este tipo de cosas tiene su lugar adecuado, pero ¿deberían ser nuestra fuente o fuentes de confianza?

Si bien los cristianos deben prestar atención a su bienestar financiero, físico y social (entre otras cosas), deben acudir a Dios en primera instancia para su seguridad. Todos buscan apoyo en un lugar u otro. La pregunta es: ¿Qué muleta de seguridad es verdadera y suficiente para nuestras necesidades? Los cristianos acudimos a un Dios verdadero que ha prometido ser "nuestro pronto auxilio en las tribulaciones".

Debido a nuestras diferentes situaciones en la vida, buscamos cosas en Dios. ¿Qué quiere usted en un Dios? ¿Qué necesita en un Dios? ¿Amor? ¿Justicia? ¿Misericordia? No importa lo que podamos necesitar en un Dios, si ese Dios carece de soberanía las demás cosas servirán de poco. El poder de ejercer su amor, justicia y misericordia, y de hacer todas las cosas que dice que hará sin una oposición suficientemente poderosa como para impedírselo está en su soberanía. Necesitamos que nuestro Dios sea soberano; que sea "el Todopoderoso, el Poseedor de todo poder en el cielo y en la tierra, de forma que nadie pueda vencer sus consejos, frustrar su propósito o resistir su voluntad".

Muchas veces, cuando se habla de la soberanía de Dios, se hace en un contexto de debate de la soberanía y el libre albedrío o libre voluntad, pero deberíamos ver la soberanía de Dios como un fundamento para la confianza en vez de simplemente un tema para el debate. La soberanía de Dios tiene una inmensa importancia práctica. Por un lado, lo convierte a Él en nuestro objeto de adoración correcto. Él es el Dios todopoderoso y omnipotente, el creador y sustentador de todo lo que existe. No hay nadie más elevado, más digno de adoración y honor. Por otro lado, que Dios sea soberano significa que podemos confiar en Él, porque nada puede resistirlo; Confiar en Él para nuestra salvación, confiar en Él en tiempos de dificultad de forma que nada nos toque que no esté de acuerdo con sus deseos hacia nosotros.

En la Biblia Dios se presenta con todas las características que exigen que le atribuyamos soberanía absoluta. Él ejerce autoridad legítima que le da el derecho de hacer con la creación lo que desea, porque es su creación, y lo que sucede en ella no es simplemente un desarrollo de leyes naturales, sino que esas leyes tienen quien las controle y ordene, y ese es el Dios Soberano.

Dios es "solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores", que pondrá fin a la historia, tal como la conocemos, "a su tiempo" (1 Tim. 6:15). Él determina los tiempos y las fronteras de las naciones (Hechos 17:26). Él no sólo creó todas las cosas, sino que "todas las cosas en él subsisten" (Col. 1:17). Note el tiempo presente en Efesios 1:11, Dios es quien "hace todas las cosas según el designio de su voluntad".

¡Hagamos del tema de la soberanía de Dios un tema de consuelo antes que un tema de discusión¡

2. ELECCIÓN SOBERANA DE DIOS. (PARTE 1)

Elección es la orientación que toma la voluntad hacia una alternativa entre dos o más opciones. Para que haya elección deben darse algunas condiciones como: a). Un objeto susceptible de ser escogido, b). Libertad para mover la voluntad hacia los objetos escogibles, y, c). Propósito, es decir conocimiento previo en cuanto a valor, pues en cada elección se obtiene algo a costa de otra cosa que se deja de elegir.

Es importante notar que este valor depende del interés del elector, pues es posible que algo que valga más sea desechado debido a que su utilidad no conviene al elector. Ahora bien, la condición sine qua non para que haya elección es la voluntad. Sin voluntad no hay elección. Dios, los ángeles buenos y malos y el hombre pueden elegir porque tienen voluntad. Es posible elegir no elegir, por lo que no elegir constituye una elección. Los ángeles buenos fueron hechos buenos, por lo que no eligieron ser buenos, ellos entonces eligen no elegir. Ellos no eligieron ser buenos y eligen no elegir el mal.

Hay cosas que no se pueden elegir, porque están impuestas por una ley o fuerza mayor, por ejemplo no se puede elegir nacer ni morir. Dios se permite a sí mismo y permite a sus criaturas la imposición de la fuerza cuando se busca un bien mayor, por ejemplo es válido encerrar al criminal o castigarlo con la muerte para proteger a la sociedad, en este caso también se puede hablar de conveniencia, es decir se reprime o anula la voluntad de alguien por conveniencia o bienestar de otros.

En el ámbito de las criaturas, debido a su limitación de fuerza, hay esferas de la existencia humana donde se puede afectar una realidad al imponer mayor fuerza de voluntad, por ejemplo, se requiere de una gran fuerza de voluntad para superar una conducta aprendida y repetida por tiempo suficiente para que ésta haya creado hábito, pero hay otras esferas donde la voluntad es inocua, por ejemplo, no se pueden superar los límites naturales hasta cierto punto de flexibilidad de la misma naturaleza, por ejemplo, se puede incrementar la fuerza hasta cierto punto por entrenarse constantemente en el levantamiento de objetos pesados, pero por mucho que entrene jamás será todopoderoso.

La elección se realiza siempre apoyada en la razón y el deseo. El razonamiento es la capacidad de hacer juicios de valor en cuanto a las opciones elegibles, sin embargo, este razonamiento está supeditado al deseo del elector, de donde alguien puede estar convencido de que algo es conveniente para él, pero no desear hacerlo. La voluntad no es determinante para seguir el deber hacer lo el querer hacer, sino que la voluntad marca el rumbo impuesto por ganador del conflicto cuando lo haya, pues no siempre hay conflicto, teniendo en cuenta que algunas veces el deseo del corazón y la razón de la mente están orientadas al mismo lugar, por lo que la elección resulta obvia. En síntesis, se elige lo que se quiere. Cuando se elige lo que no se quiere es porque se ha reprimido la voluntad personal por otra voluntad mayor, por ejemplo, el niño pequeño se toma el alimento que no le gusta porque la fuerza del padre le reprime su voluntad y se toma la sopa contra su deseo.

Razonamiento de la mente + impulso del corazón = Elección.

3. CONVERSANDO ENTRE AMIGOS...

La Escritura señala en la carta de Jacobo 2:23: “Y se cumplió la Escritura que dice: “Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios”, esto lo dice basado en Isaías 41:8 que dice: “Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo” Abraham es la única criatura llamada “amiga de Dios”. Sin embargo Cristo amplia esta posibilidad en Juan 15:14 cuando dijo: “Vosotros sois mis amigos” esta amistad proviene del hecho de obedecer al Señor. A veces vemos la obediencia como una imposición y obviamente tiene algo de esto, pero el punto central de la razón por la que debemos obedecer, es que obedecer deviene en bienestar nuestro. La obediencia nos acerca a Dios y estar cerca de su Creador es la mejor de las posiciones de una criatura.

Cuando oramos debemos ser respetuosos y reverentes ante nuestro majestuoso Dios. Él es tan grande que deberíamos hasta pedirle permiso para dirigirnos a Él.

La primera frase de nuestra conversación con Él debería ser algo como: “Padre, pido permiso para hablarte, no me presente delante de Tí por tener algún mérito, sino por los méritos de Tu amado Hijo...” algunas veces tratamos a Dios como si Él hubiera jugado a las canicas con nosotros. Este relajamiento se pretende espiritualizar muchas veces, argumentando que así debe ser la relación entre dos personas cercanas, pero no vemos esta camaradería infantil en ninguno de los testigos de fe que el Libro de Dios registra.

Nuestro padre Abraham, el amigo de Dios, nos permite un atisbo a lo que venimos diciendo en Génesis 18: 17- 33: “Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer ... Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré. Y se apartaron de allí los varones, y fueron hacia Sodoma; pero Abraham estaba aún delante de Jehová. Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío? Quizá haya cincuenta justos dentro de la ciudad: ¿destruirás también y no perdonarás al lugar por amor a los cincuenta justos que estén dentro de él? Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío; nunca tal hagas. El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? Entonces respondió Jehová: Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos. Y Abraham replicó y dijo: He aquí ahora que he comenzado a hablar a mi Señor, aunque soy polvo y ceniza. Quizá faltarán de cincuenta justos cinco; ¿destruirás por aquellos cinco toda la ciudad? Y dijo: No la destruiré, si hallare allí cuarenta y cinco. Y volvió a hablarle, y dijo: Quizá se hallarán allí cuarenta .Y respondió: No lo haré por amor a los cuarenta. Y dijo: No se enoje ahora mi Señor, si hablare: quizá se hallarán allí treinta. Y respondió: No lo haré si hallare allí treinta. Y dijo: He aquí ahora que he emprendido el hablar a mi Señor: quizá se hallarán allí veinte. No la destruiré, respondió, por amor a los veinte. Y volvió a decir: No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez. Y Jehová se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar”

¡Qué testimonio más maravilloso! que el Grandísimo Dios diga que alguien es digno de su amistad. Nosotros los creyentes del Nuevo Pacto, también hemos sido llamados amigos de Cristo, sólo que esta amistad siempre está en una relación de Señor y siervo: “si hacéis lo que yo os mando” el que manda es Señor y el que obedece es siervo. Nosotros somos siervos...

4. ALGO MÁS QUE BARRO

2 Corintios 4:7 dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” El Siervo de siervos, el ex perseguidor, ese hombre de quien dijeron que las muchas palabras lo habían vuelto loco, ese que aventajó a muchos en el judaísmo, ese que echó todo por la borda por ganar la excelencia del conocimiento de Cristo, que también fuera capaz de exclamar “miserable de mí, quién me librara de este cuerpo mortecino” tenía plena conciencia de que su valor como persona dependía completamente de lo que había dentro de él. Este valor no era debido a las capacidades humanísticas o morales que él tenía y de las que muchos hacemos alarde, como tampoco de los títulos humanos u honoríficos que tanto perseguimos en este hedónico mundo materialista en el que estamos inmersos. Debemos tener muy claro que nuestra valía no está en nada que se quede en este mundo al momento de morir.

No hay nada de malo en lo que podamos tener aquí en la tierra, nada es malo en sí mismo. Tenemos permiso de disfrutar las cosas de este mundo, pero teniendo en cuenta que nuestra vida terrenal es un peregrinaje hacia algo mejor y más valioso, algo eterno, entonces este permiso de disfrutar es limitado por nuestro amado Dios, hasta el punto de tener permiso de disfrutar del mundo “como si no lo disfrutáremos” esto no implica una vida tirada al desdén, vacía y sumida en la apatía existencial, sino que el creyente, en vista de que está de paso por este mundo, debe entender que su estadía aquí no es por siempre y no debe echar raíces en este mundo, de la misma manera cómo no nos quedaríamos a pintar y decorar el cuarto del hotel donde pernoctamos una noche como pasajeros en una ciudad cualquiera, así tampoco debemos detenernos demasiado en la temporalidad de este mundo pasajero. El apego a lo pasajero hace perder el norte y nuestro rumbo puede alejarse de nuestra razón de ser como creyentes.

¿Por qué el mundo (el incrédulo) disfruta al máximo de todo lo que tiene a mano? Sencillamente porque no tiene visión eterna. Todo lo que el incrédulo tiene está en este mundo y al darse cuenta de su pronta extinción, de lo corto que es el tiempo que le es dado para vivir, el mismo se empuja a aprovechar el tiempo entregándose al disfrute de este mundo de una manera frenética, pues es todo lo que tiene.

Cuando un creyente deja de cumplir con su labor dentro del Cuerpo de Cristo, es decir, la iglesia, entendiendo iglesia como el grupo local al que está adscrito, es decir PIER, SIER, TIER o CIER, está actuando neciamente. Cada día tenemos la oportunidad de edificar para la Eternidad y cada día que pasa es un día menos de oportunidad que nos queda.

El valor como creyentes, depende de la vivencia de Dios en nosotros. ¡Dios vive en nosotros! Dios no es un aditamento espiritualista o un amuleto esotérico, es una persona. ¡Dios vive personalmente en cada creyente! Esto es lo que da valor a nuestra existencia terrena. Podemos expresar a Dios y hacer que cada día de nuestro peregrinaje terrenal sea valioso eternamente. Efesios 5:15-17 “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”

5. EL RINCON DE TEO. Por Teotiste De Luque

Alguien, alguna vez me preguntó ¿cuál era la cosa que mas me había impactado en cuanto al conocimiento de Dios en mi vida? y sin duda contesté que el amor. Por algún tiempo, mientras vivía sin Cristo me preguntaba porqué a la gente le costaba tanto trabajo mostrar un poco de amor, pero al conocer y entender el amor de Dios, comprendí lo difícil que es dar de lo que no se tiene.

Cuando Dios me trajo a esta iglesia me llenó de un gran amor por todas las personas a las que he conocido aquí, y sé que no he podido agradecerle suficientemente a Dios por el privilegio de amar y recibir tanto amor y cariño de los amigos y hermanos que hasta el día de hoy me acompañan en el peregrinaje por este mundo que está lleno de altibajos, afanes y preocupaciones.

Esta canción fue escrita por una persona que al igual que yo estamos agradecidos con Dios por el privilegio de contar con un regalo tan maravilloso como el de la mistad. Dedicado por todos los que somos amigos para aquellos que son nuestros amigos.

MI REGALO (Marcos Vidal)

I) No son muchos, pero Dios los puso ahí un poquito mas cercanos me los regaló a mí,
Para hacerme comprender un poco más el calibre del amor de mi padre celestial.
No son muchos, pero no los hay mejores en la tierra, sin temor a los leones en la arena;
Solo pendientes de que alguien me proteja, aunque el precio sea mayor;
Son amigos y no tengo que dar nombres o apellidos, porque ellos mismos ya se saben aludidos.

II) No son muchos, pero dios los puso ahí, extranjeros de otra talla tan insólitos aquí;
Me respetan y regañan a la vez y me quieren como soy, aunque me conocen bien;
Están cerca, no me es fácil engañarles porque llevan mis heridas y miserias en su pecho;
Y aunque jamás me echan en cara lo que han hecho, aun teniendo una razón;
Son amigos, no hace falta dar sus nombres o apellidos, porque de sobra ellos se saben aludidos.

III) No son muchos, pero dios los puso ahí, peregrinos incansables, luchadores de marfil;
Forasteros con nostalgia del hogar, en sus frentes brilla el sol, en sus manos siempre hay pan,
Y en sus labios no hay engaño ni hay traición porque son sellos y jamás he visto zánganos más bellos.
Ni me he reído tanto como junto a ellos, aún en medio del dolor.
Son amigos y no quiero dar sus nombres ni apellidos, Ellos lo saben y se dan por aludidos.

6. SER CRISTIANO ES DECIR: ¡NO YO, SINO CRISTO! (PARTE 1)

Hay cuatro maneras de relacionarse con nuestro Amado Señor Jesús: Yo y no Cristo; Yo y Cristo; Cristo y yo; Cristo y no yo. La primera corresponde a un incrédulo. Las otras tres pertenecen a posiciones asumidas por creyentes.

A. YO Y NO CRISTO.

El incrédulo dice: “yo gobierno mi vida; de lo que haga o deje de hacer depende si tengo beneficios o consecuencias en mi vida” En primer lugar él es autosuficiente, se basta a sí mismo; no necesita a Dios ni a los demás. Cuando hace un bien a otro lo hace pensando como si el otro fuera un pedazo de tierra donde siembra una semilla para luego beneficiarse de ello. La siembra tiene su razón de ser en el hecho de que siempre se recibe más de lo que se da, si no es así dice que perdió el tiempo. Esta mentalidad de la siembra es utilitarista, es conveniente cuando uno va a hacer algún negocio. Pero no en las relaciones interpersonales y mucho menos en la relación con Dios. Un negocio es un acuerdo en el que ambas partes salen ganando algo. En los negocios uno entrega al otro algo, que para uno tiene menos valor que lo que se obtiene. De otra manera es un mal negocio. Los negocios son un juego de intereses. El incrédulo ve en los demás una oportunidad de ganar. Ve en los demás una prolongación de su bienestar, y estará con los demás en la medida que el otro ceda en favor de él. Esta mentalidad es satánica porque se opone al amor. El autosuficiente es egoísta porque está centrado en él mismo. Los demás importan en la medida que le sean útiles, que le sirvan para servirse de ellos.

En segundo lugar, el incrédulo es autónomo. Autonomía viene de: auto que es uno mismo y nomos es Ley, es decir uno que se gobierna a sí mismo. No hay nada externo que ejerza control o que lo obligue a rendir cuentas. Esta palabra se relaciona directamente con soberanía. La soberanía es la facultad de ser uno su propio jefe, su propio señor, su propio gobernador.

Hay una buena manera de ser autónomo, es decir cuando uno es autárquico. La palabra autarquía significa ser dueño de sí mismo. Ser autárquico es ser responsable frente a uno mimo por las decisiones tomadas. Ser autónomo, en este sentido, es asumir la responsabilidad de los propios actos y ejercer control sobre los objetivos logrados, tanto como en los errores que requieren enmienda o resarcimiento. El incrédulo no es dueño de sí mismo en este sentido. El incrédulo se declara autónomo en el sentido de que no admite que Dios lo gobierne. Él ha declarado su independencia de Dios y de lo demás. La Ley que sigue va enfocada a la búsqueda de aquello que le conviene y que se adapta a su forma de percibir la existencia.

Por estas razones el incrédulo no ve la necesidad de conformar su vida a la Palabra de Dios, es decir, a la Voluntad de Dios. Él anda en su propia voluntad y si tiene alguna idea de Dios no le interesa saber lo que Dios piensa. El está satisfecho consigo mismo. Lo que piense Dios o deje de pensar no es asunto suyo.

B. YO Y CRISTO.

Este pensamiento rige la mentalidad del creyente inmaduro o carnal. Este creyente admite que Cristo es necesario para la salvación pero no como Señor. Habla como creyente pero piensa y actúa como incrédulo. Dice Cristo es el Señor, Cristo es el salvador, la Biblia es la Palabra de Dios, va a las actividades religiosas programadas por su iglesia, Etc. pero en su vida diaria él no está interesado en que Dios haga su voluntad con y en él. Él puede admitir que la voluntad de Cristo es perfecta, pero no agradable por lo que no desea la intromisión de Dios en su cotidianidad. Cuando se decide a admitir a Cristo en su vida, lo hace a la manera del Cristo siervo del hombre.

Cristo vino como siervo para servir y sirvió, sin embargo, fue declarado Hijo de Dios con poder y Señor sobre toda la creación, en estos momentos no asume la posición de Siervo sino la de Señor de Señores y Rey de Reyes. Este creyente quiere poner a Cristo como siervo de él. El creyente inmaduro o carnal no ha dado el paso de tratar a Cristo como Rey de Reyes sino que lo ve como un simple lava pies. De alguna manera está todavía en la Ley. Simbólicamente podemos decir que todavía está en el Antiguo Pacto.

El tiene una relación donde trata a Cristo como siervo suyo. Como si Cristo fuera un súper esclavo al que puede llamar para que haga ciertas cosas que se le escapan de su mano. Este creyente hace las actividades evangélicas como orar, hablar de Cristo (si es que lo hace), ir a los cultos, ofrendar, Etc. Como cosas por las cuales Cristo está obligado con él. Este creyente no hace nada por agradecimiento sino como sacrificio que de alguna manera deben comprometen a Dios con él.

Muchas veces puede orar como exigiendo cosas a Dios. Es posible que este creyente inmaduro en su oración diga algo como: “Señor tú tienes que concederme esto, porque tú sabes que yo ofrendo, ayuno, hago esto o aquello…” Este creyente cree que Dios está obligado con él porque piensa que Dios lo necesita más de lo que él necesita a Dios. Si ofrenda, evangeliza, hace un beneficio a otro creyente, sirve en alguna actividad en la obra del Señor, lo hace para poder justificar sus pedidos. No lo hace por obediencia sino para exigir. No hace las cosas por el privilegio de poder ser útil y cooperar con el reino de Dios, sino que las hace para recibir algo a cambio.
Este creyente inmaduro o carnal no disfruta a Dios ni su gracia. Vive por obras y tiene la expectativa de que Dios le debe algo. No alaba al Señor por su grandeza sino que lo alaba centrado en él mismo y en sus beneficios personales. En otras palabras cobra a Dios por su servicio. Por ejemplo: si ofrenda no lo hace para reconocer que lo que ha recibido es una demostración de la gracia de Dios (¡Inmerecida, pues no existe algo como gracia merecida!), sino que lo hace “para sembrar” Si presta algún servicio espera reconocimiento humano y en su mente cree que Dios le queda debiendo algo por lo que acaba de hacer. Una caricatura de esto es lo siguiente: alguien está prestando algún servicio a la obra del Señor como predicar en algún barrio con problemas de seguridad, después de predicar lo atracan y termina en una clínica, el comentario del creyente carnal es ¿Cómo es posible que Dios permitiera que pasara esto, si estaba trabajando en la obra del Señor?

Es posible que su incomprensión del asunto se deba a que no haya leído bien su Biblia, pero por lo general es que cree que Dios le debe algo por su servicio. De la misma manera que un incrédulo que no tiene en cuenta a Cristo, él hace las cosas para su beneficio personal. No hace las cosas por obediencia o para glorificar a Dios, sino para lograr un efecto boomerang, donde él termine bendecido por hacer lo que le es obligación o demostración de su gratitud.

En síntesis este creyente inmaduro trata de utilizar a Dios como un medio para lograr sus propósitos. No tiene una relación de siervo de Cristo sino que tiene a Cristo como su siervo personal que le saca de problemas en los que muy a menudo suele verse envuelto.

C. CRISTO Y YO.

El título se parece mucho al anterior pero el creyente que define casi no se parece en nada. Sin embargo este creyente también es inmaduro porque no ha entendido bien su papel y sobre todo el papel de Cristo en su vida. Aunque más conciente de su responsabilidad ante Dios, no tiene paz debido a que su exigencia y entrega no le capacitan para ser “lo suficientemente” fiel, lo “suficientemente” espiritual lo “suficientemente…” Este creyente es movido por un deseo profundo y genuino de cumplir la voluntad de Dios. Es muy intenso en su búsqueda de Dios. El problema no es su intencionalidad sino los resultados. Este creyente es muy activo, quizá el más activo de todos. Se esfuerza por agradar a Dios y nadie puede negar que él es un ejemplo a seguir en cuanto a dinamismo y entrega. Este creyente admite que Cristo es el Señor de su vida y se entrega a satisfacer las santas demandas de Dios de una manera denodada y genuina, pero desgraciadamente para él, no encuentra paz y nunca se siente lo “suficientemente” competente para agradar a Dios. El sufre “El síndrome de Lutero”

Este creyente se conoce como un “Legalista”. El Legalista es un creyente que intenta cumplir la Ley y lograr su justificación por medio de sus obras. No se da cuenta que al hacer esto está rechazando la obra de Cristo. El creyente legalista es bien intencionado pero fracasado espiritualmente. El comprende que la Ley divina es una expresión de la voluntad de Dios. Sabe que el mandamiento es santo, justo y bueno. Esto es totalmente cierto y la Ley obliga al hombre que busca su justificación, a cumplir con el estándar divino expresado por medio de la Ley.

Cualquier humano que lograra cumplir la Ley sería declarado justo per se, es decir, si el requisito es cumplir y se cumple se tiene lo que se busca y punto. Es aquí donde se hace evidente el fracaso del creyente legalista: no puede cumplir las demandas de la Ley. El pecado toma poder del mandamiento por lo siguiente: entre más se acerca alguien Dios que es la Luz, más imperfecciones observa en sí mismo. Por medio del mandamiento o la Ley el creyente llega a conocer lo que es pecado. La Ley dice “no codiciarás” por lo tanto la codicia es pecado. Si no se conoce el mandamiento acerca de la codicia usted puede codiciar sin pecar, pues donde no hay Ley no se inculpa de pecado. Pero una vez que usted conoce el mandamiento en cuanto a la codicia, puede medirse por este mandamiento o estándar divino.

Es muy probable que usted nunca haya codiciado nada antes o también es posible que antes codiciara pero no se daba cuenta, sin embargo al abrírsele los ojos, usted llega a reconocer la codicia en su vida. En ese momento el pecado lo separa o lo mata respecto al estándar de Dios, por qué, porque la paga del pecado es muerte y una vez aparece el pecado usted queda separado del estándar divino, el estándar queda muy alto y usted queda muy bajo. Esta separación es lo que conocemos como muerte. En el momento en que aparece el estándar divino y nos medimos con él, vemos la separación entre Dios y nosotros: esto constituye muerte. En ese momento reconocemos que estamos muertos o por lo menos reconocemos que merecemos la muerte como pago por nuestra deficiencia, es decir nuestro pecado.

El mandamiento que es luz, pone de manifiesto las tinieblas que hay en mí. No codiciarás pone de manifiesto mi codicia, pero cuando intento no codiciar, entonces el pecado se hace más fuerte y me separa de la santidad de Dios, haciéndome codiciar con mayor fuerza. El creyente legalista contraataca con más entrega pero igual el pecado se fortalece aún más y le gana la batalla, entonces la forma de vencer al pecado es declararse imposibilitado para luchar contra él, clamar por ayuda externa, es decir la del Espíritu de Dios, apropiarse de la gracia y recibir el perdón vez tras vez, hasta que finalmente este señorío de este pecado es quitado de sobre nosotros.

7. EL RINCON DE LOS NIÑOS

Qué tal que mojaras barro y comenzaras a darle forma parecida a ti, y luego de pronto ¡este muñequito de barro te hablara! ¿Cómo te sentirías? ¡Feliz cierto! o tal vez ¿Asustado? bueno esto es sólo imaginación porque en la realidad no podrás hacer algo así, sin embargo, esto fue lo que paso con Adán. Adán fue formado de barro. Jehová tomo arcilla roja e hizo un hombre, pero Dios no se asustó porque Él sabía exactamente lo que sucedería con Adán, incluso Dios sabía que Adán iba a pecar, porque no hay nada que se pueda escapar a su conocimiento. Dios todo lo sabe hasta lo que pensamos.

Dios hizo al hombre para cumplir sus propósitos, vivía en una buena relación con Dios. Dios hablaba y el hombre era feliz de tener a Dios como su amigo. Dios le enseñaba lo que él no sabía y cuando tenía un problema ni siquiera tenía que pedir pues Dios antes que él pidiera se daba cuenta y le daba lo necesario.

¿Sabes por qué no es igual ahora? porque el hombre se convirtió en enemigo de Dios y ya quiso estar en una buena relación con Dios. Desde que el hombre nace ya viene con enemistad con Dios y no quiere escuchar Su Palabra ni obedecerle.

¿Cómo podemos mejorar esto? Pidiendo perdón sinceramente a Dios y pidiéndole que sea nuestro amigo. Jesucristo es el hijo de Dios y sabe que somos débiles y por esto se presenta delante de Dios el Padre como nuestro abogado y defensor.

¡Pilas! ora a Dios el Padre diciéndole que te escuche como si tú fueras su hijo Jesucristo y de seguro que Él te oirá, tú podrás sentir su presencia y podrás conversar con él como con cualquier otra persona.

Tú eres la creación de Dios, vales mucho para Él porque te hizo con un propósito. Humíllate y conviértete en amigo de Dios.

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Esperamos que haya sido de bendición para usted y gloria para nuestro Amado Señor y Salvador. Dentro de quince días estaremos publicando la en próxima Edición.

Bendecido, Nuestro deseo es que disfrutes de la Gracia, la misericordia y la Paz de nuestro amado Señor.

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