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sábado, 13 de marzo de 2010

Edición No. 21 del día 14 de marzo de 2010.

JEHOVA MATA Y ÈL DA VIDA; ÈL HACE DESCENDER AL SEOL, Y HACE VIVIR.

1. EDITORIAL. ¿POR QUÉ MUERE LA GENTE? Por el Pastor de la PIER Ohat Arias Torres.

La muerte es un evento al cual todos de cierta forma le tememos y por el cual todos vamos a pasar algún día. El respeto y la incertidumbre ante ella es general en la sociedad, ella paraliza todo y al mismo tiempo pone a mover a todo. Pero, ¿por qué muere la gente? Para ir directo al grano, La muerte de todo ser humano es a consecuencia del pecado; y no es solamente por un pecado en particular que haya cometido momentos previos a su deceso o por un pecado de alto calibre o capital como se denomina a ciertos pecados. La Biblia dice que “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23); no se trata de un pecado específico que cometimos en cierto momento y nos hace merecedores de la muerte. Todo ser humano es pecador por ser descendiente de Adán y eso lo hace merecedor de la muerte desde el mismo momento de la concepción (Salmo 51:5). Las Sagradas Escrituras dicen: que la paga del pecado es la muerte. Dios es quien determina la muerte de cualquier persona porque contra Él, que es su Creador, han pecado; y cuando Dios quita la vida, en plena justicia lo hace, así nos parezca injusto a nosotros. Las muertes en Haití no fueron necesariamente debido a la proliferación de la brujería y hechicería que puede predominar en esa isla; así no haya tal proliferación, todos son merecedores de la muerte y Dios obra justamente cuando decide quitar la vida a alguien, Hebreos 9:27 dice que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y es Dios quien decide cómo y cuándo moriremos. “En su mano está el alma de todo viviente, Y el hálito de todo el género humano,” Job 12:10. Jehová mata, y él da vida; El hace descender al Seol, y hace subir, 1 Samuel 2:6.

Cualquier muerte que sucede hoy no es simplemente porque el diablo que anda como león rugiente buscando a quien devorar lo mató, o cualquier otra persona decidió hacerlo, o la naturaleza se ensañó, ¡NO!; ese león, esas personas, esa naturaleza no actúa sin las restricciones del Dios Soberano.

Hay muchas cosas que nos suceden, y entre ellas la muerte, que no son previstas, pero no son accidente. De ahí que las personas pueden morir en un accidente pero no accidentalmente, la muerte de todo ser humano es plan de Dios. Dios sabe y determina el comienzo y fin de toda vida. La vida y la muerte es un plan de Dios. El hecho de que haya muchas circunstancias en las que no podamos entender ni explicar los propósitos de Dios, no quiere decir que Él haya perdido el control o que Él no esté obrando en medio de ellas y a través de ellas.

Ahora, el problema no es en sí la muerte, porque todos pasaremos por ella, el asunto es ¿para dónde me llevará Dios cuando me quite la vida? Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Juan 11:25-26. Si crees en Cristo como tu salvador, la perspectiva que deberías tener de la muerte en general y sobre las muertes que suceden cada día debe neutralizar la alteración mental y emocional ante tal evento porque es Dios quien da y quita la vida.

2. FUNDAMENTOS: ELECCIÓN SOBERANA DE DIOS. (Parte 2)

El razonamiento y el impulso del corazón están determinados por la naturaleza del ser. Dios es sabio, justo, santo y bueno, cada elección que hace es sabia, justa, santa y buena. Sólo Dios tiene libertad de elegir libremente de algo externo a Él, pero no puede escapar de elegir condicionado por su propia naturaleza, es decir cada elección de Dios es amorosa porque Dios es amor, no puede elegir una posibilidad no amorosa, igualmente no santa, no buena, no justa, Etc. Cada acto de la voluntad de Dios está regido por su sabiduría (razón) y su corazón (deseo), debido a la perfección absoluta de su naturaleza cada elección que hace es absolutamente perfecta.

El hombre elige dentro de condiciones ajenas a sus deseos y razonamiento. Debido a la limitación del hombre, cada elección humana es limitada y este límite es impuesto por Dios. El hombre sólo puede elegir dentro del espectro dado por Dios para que pudiera moverse. La libertad del hombre está encerrada dentro de unos límites impuestos por Dios, por lo que la libertad humana está esclava de la voluntad del Creador. Dios tiene libertad de elegir dentro de los límites impuestos por su propio ser o naturaleza divina, el hombre tiene libertad de elegir dentro de los límites impuestos por Dios. Por esto es contundente el hecho de que el hombre NO TIENE LIBRE ALBEDRÍO o libre determinación de su voluntad. Para que el hombre tuviera libre albedrío sería necesario que pudiera “librarse” de la soberanía o sea del poder ilimitado de Dios.

Dios elige dentro de su sabio propósito trazado antes de crear: Romanos 8:28 “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” Los que son elegidos son llamados porque Dios se trazó un propósito con ellos. 2 Timoteo 1:9 dice: “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” Esta elección no tiene que ver con las obras de los hombres. Las obras no determinan la elección sino que la elección determina las obras. Romanos 9:11 “(pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama)” La elección es algo que Dios hace porque tiene algo en mente, aunque el sabe de antemano que todos los hombres iban a pecar, a pesar de esto elige dentro de ellos a algunos que le vienen bien a Sus propósitos, es decir, las obras no son importantes sino el plan mismo. Efesios 1:11 “En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” La elección de Dios fue algo que impuso en Su plan eterno desde el mismo momento en que hizo planes para crear, no tiene que ver con una plan alternativo o salida de emergencia cuando el pecado entró en el mundo o en su creación, sino que: Efesios 3:11: “conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor” La Elección Soberana de Dios de algunos hombres y algunos ángeles fue una idea inherente al Plan, estaba en el Plan originalmente.

Una vez que ha elegido a algunos hombres, también incluye como parte del paquete para ellos, algunas cosas que deben cumplirse con ellos. 2 Tesalonicenses 1:11 “Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder” miremos bien de que es Dios quien hace que se cumplan estos propósitos, la oración del apóstol iba orientada a que Dios cumpla lo que Él mismo ha determinado, pero al mismo tiempo es necesario indicar que el texto deja la posibilidad de que algunas cosas o partes de Su propósito no se cumplan del todo y es donde la supereminente sabiduría de Dios deja espacio para el desarrollo de nuestra dependencia consciente y sometimiento piadoso a Su voluntad. Dios me revela Su propósito conmigo para que yo deprima mi voluntad consciente, piadosa y humildemente a favor del cumplimiento de su propósito sin imposición de Su fuerza y lo más maravilloso es que me premia por esto. Dios tiene el derecho de exigirme que cumpla lo que Él desea sin más atenuantes que su soberanía, pero me ha dado entendimiento y voluntad para que me niegue a mí mismo y de esta manera tener una excusa para derramar mayor gracia conmigo ¡Oh, aleluya! ¡Qué maravilloso es nuestro Dios! ¡Abba, Padre!

3. ANTES DE SEMANA SANTA. Por Luis Eduardo Murgas.

En esta temporada del año cuando se aproxima la Semana Santa se crea cierta sensibilidad en las personas en cuanto a lo ocurrido en la cruz hace aproximadamente dos mil años con nuestro Señor Jesucristo y el pueblo de Israel. Al ver la injusticia cometida con el Señor, el común de la gente siente rabia con el pueblo que lo crucificó, y comienza a brotar un sentimiento de justicia que implica muerte y destrucción al pueblo escogido por Dios para traer al Salvador del mundo y por ende la salvación viene de los judíos.

El nombre judío viene a ser utilizado como sinónimo de maldad, burlador; el de judas como de traición y el de Pilato como el que tira la piedra y esconde la mano; se llega a pensar que en ese pueblo y época, estaban las personas que han podido nacer en este mundo.
Al observar películas como “la pasión de Cristo” y otras que tratan sobre la vida y muerte de Jesús, todos estos sentimientos salen y es normal, humanamente hablando, debido a la inconsciencia de lo ocurrido.

Observando el contexto de lo que estaba ocurriendo, en Israel y más específicamente en Jerusalén, estoy seguro de que si Jesús naciera hoy en cualquier lugar del mundo y en cualquier nación fuera de Israel sería nuevamente crucificado.

Un imperio que domina, una clase dirigente sumisa al imperio; conformada por religiosos políticos y una monarquía débil y compartida con un gobernador impuesto por el imperio; una gran mayoría pobre y enferma, con hambre llevada por el viento de la inconveniencia y vendidas a la mano el mejor postor; otro pero muy pequeño grupo con miedo que quiere pasar por desapercibido, que sí creen en Jesús, pero que no se atreven a confesarlo porque se mueren junto con Él es claro que nadie quiere perder su vida a pesar de cómo esta sea, a menos, que esté decepcionado como Judas.

Este mismo panorama se observa hoy en el mundo, basta con encender el Tv y ver el noticiero, o simplemente analizar un poco el contexto de tu ciudad, departamento o nación, para comprobar que ese mismo rechazo de Jesús por lo que condenamos a los judíos de esa época, están presentes en nuestra experiencia diaria.

La maldad entró en el mundo con Adán pero vencida por Jesús. En el momento de la crucifixión de Cristo, el Señor nos mostró los dos grupos de personas que existen: los que le crucificaron y los que creyeron en Él. Los incrédulos le crucificaron dando voces pidiendo: “crucifícale” junto con los que realizaron la ejecución, diciendo “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” así que cualquier persona desde ese momento hasta el último día de la tierra que no haya creído en Cristo pertenece a este grupo aunque suene duro y es culpable de la muerte de Cristo y morirá por su pecado, mientras que los que creemos somos justificados por Él y por lo tanto salvos de la ira de Dios.

¿Tú a cuál grupo perteneces?

4. EL ESPACIO DE TEO. Por Teotiste Deluque.

Hace pocos días estuve conversando con unos amigos y terminé haciendo un recuento de mi vida y describí cosas que Dios ha ido moldeando y cambiando en mi vida.

Muchos como yo, hace muchos años conocen la verdad del evangelio y han sentido las manos del señor haciendo su trabajo de moldearnos a su imagen, pero también hay muchos que recientemente han tenido el privilegio de conocerle y han estado igual de agradecidos con Dios por esta oportunidad, y a la vez disfrutar del trabajo de sus manos.

El salmo 103:2 nos recuerda la importancia de recordar los beneficios que hemos recibido y pensando en esto me encontré este hermoso bolero que quiero compartir con ustedes.

FUERON TUS MANOS
Julissa y Ricardo Rodriguez

Vi que todo había cambiado desde que a mi vida habías llegado
Y hoy comprendo que el ayer no fue más que una vana experiencia
que se va y se va..aaa
Comprendí que estaba equivocado que era triste con cadenas y amargado
Oh señor al conocerte mire que tus manos divinas me podían liberar..aaa

coro

Fueron tus manos las que arrancaron de mi vida lo pasado
y hoy pueden mas poder transformar
Fueron tus manos las que arrancaron de mi vida lo pasado
y como hoy siempre estaré a tu merced.

II
Comprendí que estaba equivocado que era triste con cadenas y amargado
Oh señor al conocerte mire que tus manos divinas me podían liberar..

coro
Fueron tus manos las que arrancaron de mi vida lo pasado
y hoy pueden mas poder transformar
Fueron tus manos las que arrancaron de mi vida lo pasado
y como hoy siempre estaré a tu merced.

5. ¡NO YO, SINO CRISTO! (Parte 2)

El creyente es iluminado por el Espíritu Santo en cuanto a lo que es la voluntad de Dios, ya sea aclarándole los ojos para que “lea y entienda” o por medio de algún maestro de la Escritura que quiera usar para iluminar la mente del creyente, pero una vez el creyente “sabe” cual es el estándar de Dios sobre algún aspecto en particular, en ese momento la Ley que es un espejo donde él se compara, pone en evidencia que no puede satisfacer el estándar divino.

Si el creyente fuera justo estaría dentro de la medida estandarizada para ser declarado justo, pero lo que la Ley hace es poner en evidencia el pecado. El creyente quisiera qua la Ley lo declarara justo pero la Ley lo que hace es poner en evidencia su pecado. Él se observa en la Ley que declara lo que es pecado y se traumatiza al ver que el pecado que mora en él lo aleja del logro, o sea de cumplir la Ley. Entre más Ley conozca, más formas de pecado conoce y entre más formas de pecado reconoce, se da cuenta que su realidad está muy por debajo del estándar y de hecho más alejado está del cumplimiento de la Ley[1].

El creyente legalista se frustra al ver su pecaminosidad y decide resolver este trauma de alguna manera porque no puede convivir con “eso”. Desgraciadamente el legalista asume uno de estos dos comportamientos, ambos equivocados: (a). Se olvida del asunto. Le echa tierra a tanto mandamiento y si no se puede cumplir entonces será porque esto no es para él. Se entrega a una especie de conformidad con el Mundo, el Pecado y Satanás. La frustración y el desánimo ocupan el lugar del entusiasmo con el que inició su vida cristiana. (b). No se olvida del asunto del todo, pero lo ignora voluntariamente mientras pueda y se fija en el pecado de los otros para no tener que ocuparse de los propios. Se vuelve un activista de programas mal llamados espirituales[2]. Pero nunca tiene paz. Nunca disfruta del reposo programado por Dios para él. Él sabe que las cosas “no están del todo bien” pero como no puede sentirse cumplidor, comienza a mirar a otros activistas y descubre que estos “tampoco son tan perfectos” como quisieran. Esto le tranquiliza porque puede establecer una comparación, no con el estándar de la Ley sino con el estándar humano “real”. Para callar esa incómoda voz interior que le impele a la santidad, se vuelve una hormiga loca metiéndose en cuanta actividad religiosa encuentra. Para este creyente la actividad le impide pensar en su pecado por momentos. Cuando se siente acusado invoca la hipocresía comparándose con otros “menos desarrollados” que él; cuando se siente incompetente se exige un poco más con las actividades religiosas. De todas maneras su vida termina siendo un claroscuro que cumple el estándar religioso humano pero nunca el estándar bíblico declarado en toda la Escritura. Porque toda la Escritura es la Ley de Dios para el hombre.

D. NO YO, SINO CRISTO.

Esta es la vida excelente. Esta es meta de todo creyente renacido por Dios Espíritu Santo, o por lo menos es la condición normal que todo creyente debe anhelar. El creyente carnal es un creyente anómalo. El creyente carnal es un creyente que expresa muy frecuentemente los mismos anhelos, pensamientos y actos del incrédulo. La carnalidad a veces toma apariencias religiosas o moralistas, de tal manera que se comporta socialmente aceptable y habla como creyente espiritual, pero hay pequeños signos que lo denuncian como carnal. Un creyente carnal se reconoce cuando intenta dejar principios eternos de lado o mezclarlos con la comodidad terrenal. Frecuentemente negocia consigo mismo hasta dónde puede violar el decreto de Dios sin que lleve consecuencias por ello. El creyente espiritual es aquel creyente que ha ido entregando poco a poco cada área que descubre como pecaminosa en su vida, y mediante la confesión consuetudinaria de su maldad va abandonando la práctica pecaminosa al mismo tiempo que la luz de Dios va tomando terreno en su vida.

El creyente espiritual es alguien que no ha dejado de pecar a pesar de que su vida es excelente. Quizá no se noten pecados burdos en su vida, quizá no anda dando mal testimonio públicamente, pero interiormente El Mal ha tomado formas muy sutiles para manifestarse. Por ejemplo, un creyente puede ser reconocido públicamente como un creyente muy puro, fiel y casto, es posible que nadie pueda acusarlo de andar en adulterio público, mas sin embargo, desgraciadamente es posible que luche constantemente con su impureza mental y a pesar de su devoción a Dios la lascivia dominar sus pensamientos con mucho más frecuencia de lo que él mismo quiere admitir. Aparte de los pecados sexuales, los creyentes pueden luchar mentalmente contra la envidia y la ira interna por el éxito de otros, el deseo de reconocimiento o fama, las fantasías o imaginería satánica que desplaza a Dios de su mente para que no ore sin cesar, el odio interior y desprecio por otros, el deseo interior de controlar a los demás y tenerlos bajo control, el perfeccionismo auto impuesto para ser admitido por su capacidad o calidad humana, el querer demostrar ser mejor que los demás, Etc. Etc.

La excelencia no consiste entonces en no pecar, sino en mantenerse en lucha contra los estándares humanos de excelencia e ir en la búsqueda de la anulación por completo de su humanidad para que la deidad de Cristo se manifieste en Él. La excelencia espiritual sólo la vive el Espíritu de Dios, es decir sólo Dios es excelente espiritualmente hablando. Cristo vivió en la carne pero no vivió bajo la carne. La excelencia de Cristo se debió a que anuló completamente su humanidad y dejó que la deidad se manifestara, pero ojo, no “Su” deidad, que bien pudo dejarla manifestar e igualmente hubiera sido “sin pecado”, pero lo que Cristo hizo fue anularse a Sí mismo, es decir anuló su humanidad, pero también anuló su deidad para que la deidad del Padre se expresara por medio de Él. El creyente debe igualmente anular su humanidad pecaminosa, pero no por medio de su esfuerzo, sino declarándose derrotado y gimiendo al padre para que la deidad de Cristo, es decir la vida de Cristo se muestre en Él.

Cuando el creyente entiende su desgraciada pecaminosidad, entonces clama ¡Abba, Padre! invoca el poder de Dios, confiesa su derrota total y en este estado de postración y dolor santo, Dios obra por medio de él, pues Cristo es todo lo que él necesita para ser aceptado ante el Padre.

“CRISTO EN NOSOTROS LA ESPERANZA DE GLORIA” (Colosenses 1.27)

La vida de Cristo fue excelente porque se anuló perfectamente a sí mismo. Su perfección fue haberse anulado perfectamente. Jesucristo tenía una voluntad humana y divina al mismo tiempo. Dejemos su parte divina sin mencionar un momento. Con su voluntad sin pecado podía decidir vivir su vida bajo sus decisiones propias, de esta manera cada decisión Suya hubiera sido una decisión santa, buena y justa e igual Su experiencia humana hubiera sido santa, buena y justa. En nada habría variado el resultado, pero su auto humillación no se habría notado y al mismo tiempo es posible que su humanidad hubiera sido permeada por El Mal. Lucifer era perfecto y superior humanamente hablando que Cristo, pero, no pudo resistirse a la penetración Del Mal. Si Cristo no hubiera anulado su humanidad, habría quedado expuesto a la penetración del Mal, pues como criatura no hubiera podido resistirse al embate Del Mal.

El auto anulamiento de la voluntad personal es obediencia. Obedecer es reprimir la voluntad personal a favor de otra voluntad. Esta represión de la voluntad es dolorosa y Cristo sufrió esta represión. Hebreos 5:8 señala: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”

La obediencia de Cristo era necesaria para que su papel de intermediario entre Dios y nosotros fuera efectivo. Hebreos 4:15 dice: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” Ahora bien, este sufrimiento se relacionaba directamente con su intención de llevarnos a nosotros, sus hijos, a la glorificación. Hebreos 2:10: “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos”

El sufrimiento de Cristo se relacionaba entonces con nosotros, pero su obediencia se relacionaba con Él mismo y su trabajo como mediador. Hebreos 7:26-27 lo aclara: “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” Su obediencia o auto represión de su humana voluntad se efectuó cuando actuó la voluntad del Padre a través de Él. Miremos Juan 14:10 que dice: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras”

Quiero resaltar lo siguiente: la suplantación del Padre en la vida terrenal del Hijo era necesaria para que éste fuera agradable al Padre. Juan 8:29 dice: “Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” El que Cristo agradara al Padre se debía a que nunca lo dejaba solo ¿Cómo podría Cristo desagradar al Padre si era el Padre el que hacía en Cristo lo que Cristo hacía? ¿Cómo puedo culpar al lapicero de mi error ortográfico?

Hasta ahora lo que se pretende resaltar es lo siguiente: La espiritualidad del creyente consiste en que su humanidad sea remplazada por la vida de Cristo mediante el Espíritu Santo, esto es espiritualidad, la vida del Espíritu en nosotros y El Espíritu expresa a Cristo por medio de nosotros. El éxito del creyente consiste en anularse voluntariamente para que la vida de Cristo se haga manifiesta por medio de él. La aceptación que de Cristo como nuestro mediador y sumo sacerdote hace El Padre, es la base de nuestra aceptación y valor frente a Dios. El éxito del Hijo Eterno al poder vivenciar al Padre en cada momento de su experiencia terrenal, le hace el sustituto perfecto para remplazarnos a nosotros, sus hijos, ante El Padre.

El creyente espiritual es el que tiene una relación “No yo sino Cristo” este creyente sabe que su respiración es pecaminosa porque es la respiración de un pecador, pero toda su esperanza está en Aquel que es Amado por El Padre y que escuchó la aprobación: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” que tiene la relación “No yo sino Cristo” sabe que “Cristo en nosotros la esperanza de gloria” y no vive bajo la ley sino bajo la gracia de Dios.

6. EL RINCON DE LOS NIÑOS: Obedecer es bueno.

Cuando papá o mamá nos dicen que hagamos algo ¿Cómo nos sentimos? ¿Alegres y dispuestos para hacer inmediatamente lo que nos mandan? ¿Cierto que no siempre es así? A veces nos cuesta obedecer, sentimos que siempre somos nosotros los que tenemos que hacer todo, que por qué los otros no deben hacerlo en lugar de nosotros; los mandatos y exigencias de nuestros padres nos molestan un poco y a veces hasta tienen que disciplinarnos para que podamos cumplir lo que nos piden.

El problema radica en que somos desobedientes por naturaleza, queremos hacer lo que nos gusta y no nos gusta que otra persona nos obligue a hacer lo que no queremos.

Dios nos ha dado a los padres para que nos cuiden y nos enseñen lo que es correcto delante de Dios, por eso es que nos enseñan a respetar a los demás, a saludar, a ser amables con otros, a no envidiar a nadie, a ser sinceros y decir la verdad siempre, a no hablar mal de ninguna persona, a respetar las opiniones de los otros, a compartir lo que tenemos, a dar gracias por todo, en fin todo eso que es bueno para con Dios y las otras personas.

Para que puedan hacer bien su papel como padres, Dios les dio a ellos autoridad. Autoridad es el poder de exigir que los hijos obedezcan. ¿Pero por qué tenemos que obedecer? simplemente porque ellos son los padres.

Tenemos que obedecer a nuestros padres en todo y siempre, y al hacer lo que nos dicen con una buena cara, sin estar pensando mal porque no nos gusta lo que nos mandan, esto es honrar a los padres. Dios quiere que obedezcamos y honremos a nuestros padres, porque esto es justo. No hacerlo es ser injustos con ellos y es pecado delante de Dios.

7. LA LUCHA INTERIOR.

El nuevo nacimiento o regeneración ocurre cuando somos bautizados en Cristo. 1 Corintios 12:13 dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, (…) a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” esta colocación en el Cuerpo de Cristo es una obra del Espíritu Santo, no es por algo que haga el incrédulo, como cuando se afilia a un club, o se matricula en la escuela o universidad para aprobar un curso o carrera determinada. La afiliación a la iglesia es por adopción, es un proceso legal por medio del perdón que se otorga, mediante la fe que también es dada por gracia.

Esta colocación en el cuerpo de Cristo es llamada nuevo nacimiento. El recién nacido debe aprender a dejarse conducir por el Espíritu Santo que vive en él, pero existe un terrible problema para la nueva vida, es que es esta nueva vida debe desarrollarse mientras la vida vieja compite con ella para ahogarla y acabarla hasta matarla si fuera posible.

Nuestro espíritu llega a ser el lugar donde mora Dios. Efesios 2.22 dice: “...para morada de Dios en el espíritu” Esta morada del Espíritu Santo es lo que se llama Nueva Vida. El crecimiento de esta Nueva Vida es el apoderamiento por parte del Espíritu Santo del territorio que ha estado bajo control de nuestra vida vieja.

Es muy importante que entendamos que la Nueva Vida es algo que afecta sólo nuestro espíritu, pues nuestro cuerpo no es resucitado o transformado cuando nacemos de nuevo. Por es que se presenta un terrible como el enfrentamiento entre querer hacer lo malo y querer hacer lo bueno.

El incrédulo, no tiene conflicto espiritual porque no tiene el Espíritu. Gálatas 5:16-17 dice: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfaréis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” Observe con cuidado la última parte del texto: “para que no hagáis lo que quisiereis” ¿Qué es lo que impide que el creyente haga lo que quiere? Lo que sea que este creyente quiere, es precisamente lo que genera el conflicto.

Si este creyente quisiera lo que el Espíritu quiere, es obvio que no existiría el conflicto. La lucha es entonces cuando dos deseos se oponen uno al otro. Este deseo se opone porque es pecaminoso, si no fuera pecaminoso el Espíritu Santo no lo enfrentara.

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Esperamos que haya sido de bendición para usted y gloria para nuestro Amado Señor Jesús.
Dentro de quince días estaremos publicando una nueva edición.

Bendecido, Nuestro deseo es que disfrutes de la Gracia,
la misericordia y la Paz de nuestro Amado Señor Jesús.
[1] Cuando hablamos de Ley, en primera instancia nos referimos a la Ley dada a Moisés, pero la verdad es que, genéricamente hablando, La Ley es toda la Escritura, tanto del Antiguo como Nuevo Pacto.
[2] No existen programas espirituales. Hay creyentes que hacen cosas por medio del Espíritu que terminan siendo actividades espirituales.