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sábado, 5 de septiembre de 2009

Nuestra confesión de fe: La Sagrada Escritura

Tomamos la Confesión de Westminster, que es la confesión de fe de la iglesia Presbiteriana y gran parte de la de los Bautistas, extrajimos algunos apartes que nos representan fielmente y los colocamos como referencia para de esta manera hacer un resumen de lo que creemos sobre la Escritura:

En la PIER creemos que la Biblia es la Revelación Escrita de Dios; inerrante en sus escritos originales; única fuente de autoridad en asuntos de doctrina y vida práctica; que sólo puede ser explicada por ella misma, que debe interpretarse como literatura respetando la estructura de los idiomas originales y el análisis de los aspectos culturales e históricos contenidos en ella, mediante el estudio hermenéutico de los documentos arqueológicos. Creemos que aunque la luz de la naturaleza, las obras de la creación y de providencia dejan sin excusa al ser humano pues le dan a conocer hasta cierto punto, la bondad, la sabiduría y el poder de Dios; sin embargo, estas no bastan para impartir ese conocimiento sobre Dios y su voluntad que se necesita para la salvación. Por eso Dios tuvo a bien darse a conocer a su Iglesia en distintas ocasiones y de diversas maneras, y comunicarle cual es su voluntad. Luego agradó a Dios dejar constancia escrita de ello para conservar y propagar mejor la verdad, así como para consolar y establecer con mayor seguridad su Iglesia contra la carne, Satanás y el mundo, así que la Escritura es una necesidad suprema pues Dios ya no comunica hoy su voluntad a su pueblo como lo hizo antes del Canon.

Consideramos que los libros comúnmente llamados apócrifos, no forman parte del Canon o Escritura por no ser de inspiración divina y al leerlos le damos un valor histórico importante que aporta referencias como cualquier otro texto no santo.

La autoridad de la Sagrada Escritura no depende de persona o de iglesia alguna sino sólo de su Autor. La Sagrada Escritura demuestra abundantemente por sí misma ser la Palabra de Dios: el carácter celestial de su contenido, la eficacia de su doctrina, su estilo majestuoso, la armonía de sus partes, el fin que se propone alcanzar de conjunto (el de dar toda la gloria a Dios), el descubrimiento completo del único camino para la salvación del ser humano, sus muchas otras excelencias incomparables y su perfección completa.

Todo el consejo de Dios tocante a lo necesario para su propia gloria y para la salvación, la fe y la vida del ser humano, consta expresamente en la Escritura, o de ella puede deducirse por buena y necesaria consecuencia. Jamás deberán añadírsele nuevas revelaciones (supuestamente) del Espíritu, tradiciones humanas o experiencias de creyentes por piadosos que estos sean. Ambos testamentos son auténticos porque fueron inspirados por Dios mismo y porque conservaron su pureza a través de las edades por el cuidado y la providencia especial de Dios. Por lo tanto, en toda controversia religiosa, la Iglesia debe finalmente recurrir a los originales.

La regla infalible para interpretar la Biblia es la Biblia misma. Por tanto, cuando se discuta cuál es el significado verdadero y completo de cualquier pasaje de la Escritura (cuyo significado no es múltiple sino único), puede buscarse y conocerse en otros pasajes en donde se exprese más claramente. El Espíritu Santo, hablando en la Escritura, y en cuya sentencia debemos descansar, es el Juez Supremo por el cual debemos examinar y decidir todas las controversias, las opiniones de los escritores o teólogos, así como todo pensamiento y doctrina humanos.

Creemos que la Escritura es la infalible palabra de Dios, autoritativa, completa y consistente con el Dios que se revela por medio de ella.

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